El aceite de oliva es el «oro líquido» del sector agrario español, con una cuota de mercado global del 44% y una aportación a la economía española de 4.000 millones de euros. Por ejemplo, la producción emplea directamente solo 400.000 olivareros en 15 de las 17 regiones autónomas.
Ayer, el presidente y consejero delegado del grupo multinacional Deoleo, Ignacio Silva, advirtió que podría estar en juego una posición clave: «Estamos perdiendo nuestra posición de liderazgo en el sector aceite», Antonio Luque.
Ambos acordaron abogar por la participación del distribuidor en la «mejora del aceite de oliva español» y criticaron su uso como producto para atraer nuevos clientes. «Tenemos que encontrar mecanismos que beneficien a todos», dice Luque.
Para Silva, «el aceite es un producto ‘comodo’, utilizado como gancho o reclamo como la leche». Un cargo que no duda en calificar de “insostenible” e insta a toda la cadena de valor a trabajar en conjunto para “impulsar” el aceite de oliva.
En cualquier caso, dos iniciativas con valores positivos como los estándares de calidad para el aceite de oliva y la pulpa de oliva fueron aprobadas por el Gobierno -por real decreto- el pasado 31 de agosto.
Este es un paso en la dirección correcta, pero es «un poco corto». En este sentido, el presidente de Deoleo destacó tres áreas en las que este nuevo reglamento podría mejorar: seguimiento, «donde no es lo suficientemente ambicioso» porque no acuerda un plazo de cuatro o cinco años para la aplicación de este nuevo reglamento; Además del análisis sensual y el gusto, lo criticó por «implicar inseguridad jurídica» y lo consideró un tema destacado durante décadas. Además de todo lo relacionado con las normas regulatorias, donde su aplicación queda en manos de las autoridades administrativas.