Miles de ucranianos intentan huir bajo amenaza de nuevos bombardeos, mientras Zelenski rechaza los corredores ¨humanitarios¨ de Rusia.
Cada día que Rusia no gana la guerra es una victoria para Ucrania. Ya van 12 días y no se atisba un final cercano. Esa es la sensación de miles de civiles que hoy trataban en vano de subir a un tren para escapar de Jarkov, la segunda ciudad más grande del país, sometida a bombardeo y con barrios enteros ya machacados por la artillería rusa. No creen que esto vaya a terminarse mañana y salen con lo justo para no quedarse atrapados en la pinza rusa.
Mientras, los vecinos de la ciudad portuaria de Mariupol vivieron otra jornada de incertidumbre, precariedad y muerte. La perspectiva de que vuelvan a bombardear los corredores humanitarios desvanece su única manera de abandonar el asedio.
Ucrania rechazó hoy la fórmula rusa: de seis corredores propuestos, cuatro acaban en territorio ruso o bielorruso, el viejo guion de la guerra Siria, ahora aplicado en Kiev, Nicolayev, Jarkov, Sumi o la citada Mariupol.
La tercera ronda de negociaciones entre Moscú y Kiev acabó hoy con pequeños avances a la hora de mejorar la logística de los corredores humanitarios, según fuentes ucranianas, aunque continúan las «intensas consultas» sobre un alto el fuego y las garantías de seguridad.
Otra zona caliente es Odesa. Hoy, el presidente Zelenski, comunicando de nuevo con su camiseta verde militar, avisó del inminente bombardeo que se cierne, desde los buques de guerra rusos, sobre la ciudad costera sin que Ucrania pueda oponer ni una simple patrullera para defenderse. «Será un crimen histórico», señaló el presidente. El secretario del Consejo de Seguridad y Defensa de Ucrania, Oleksiy Danilov, dijo que Rusia se estaba preparando para la segunda ola de una ofensiva a gran escala y que no perdía la esperanza de tomar Kiev. En las calles más turísticas se han montado barricadas con erizos de metal para evitar la penetración de los tanques. Miles de ucranianos, algunos casi niños, se preparan para defender Odesa.
Sin embargo, la toma de las grandes capitales se le atraganta a Rusia, que sangra por cada metro que conquista. Hoy la resistencia recibió 17.000 antitanques y otros tantos misiles antiaéreos que harán todavía más difícil el avance ruso. Según los analistas de fuentes abiertas, que geolocalizan y comprueban la veracidad de cada vídeo publicado estos días por los ucranianos, los rusos han perdido un mínimo de 120 tanques, 79 blindados de transporte de tropas, 49 cañones autopropulsados, 255 camiones, 10 cazas, 10 helicópteros… Los datos de muertos rusos ofrecidos por los ucranianos superan los 11.000 y hay que tomarlos con pinzas, pero con que sean sólo el 25% ya representan una cantidad considerable. Moscú no da cifras de bajas propias.
La población ucraniana, a través de los canales de Telegram y los grupos de WhatsApp comparten sus esperanzas de que alguna de las vías diplomáticas que aún permanecen abiertas frenara la picadora de carne. Los ministros de Exteriores de Rusia y Ucrania, Lavrov y Kuleba, acordaron verse en Turquía a petición de Erdogan. Menos posibilidades le ven a las conversaciones que se celebran en Bielorrusia al no haber un árbitro neutral, pero todo el mundo señaló hoy que las exigencias de Rusia se suavizan y ya no hablan de la dimisión de Zelenski y su gobierno, sino de un cambio constitucional que elimine la posibilidad de que Ucrania ingrese en la UE. Este cambio en las pretensiones del Kremlin se interpreta aquí como una consecuencia de la feroz resistencia ucraniana.
En cualquier caso, la sangría de civiles continúa. Las tropas chechenas de Kadirov mataron a tiros a los ocupantes de varios coches que trataban de escapar de Zaporiyia mientras que el cerco sobre Kiev continúa sin cerrarse. Aprovechando eso, organizaciones recién creadas como We are Ukraine (Somos Ucrania) han diseñado una aplicación en tan solo dos días para monitorizar las necesidades de la población en las ciudades ucranianas y enviar lo necesario allí usando los camiones del servicio nacional de correos.
Toda la sociedad ucraniana, desde la administración hasta las empresas privadas, colaboran 24 horas al día los siete días de la semana en el esfuerzo de guerra. «Se han acabado los partidos políticos y la diferencia entre trabajadores liberales o funcionarios», dice Alina, una de las responsables de esta fundación de reparto de ayuda
Las carreteras interiores se van llenando de columnas kilométricas de vehículos con familias que huyen de Jarkov, Irpin, Odesa, Boucha, Nicolayeb… El destino es Leópolis, última parada antes de la Unión Europea. No cabe ya un hueco en la ciudad, que sufre grandes atascos. Hay un millón de desplazados ya en la llamada «París del Este».
No hay cigarrillos y la gasolina está racionada. El corralito se impone en los cajeros y cuesta encontrar una botella de leche o una bolsa de pasta, pero el estado ucraniano no se ha derrumbado y eso es una mala noticia para Putin. La moral continúa siendo alta.